Viaje por Baviera (9): Oberland, Ettal y Mittenwald.


Hoy quiero compartir con vosotros la penúltima entrada (me parece escuchar de fondo unos cuantos resoplidos de alivio... ;-) ) del viaje a Baviera del pasado verano. Y es que aunque en primera instancia quería unir el contenido de este post con el anterior, ya que la visita a la abadía de Ettal no tenía mucha chicha por ella misma, lo cierto es que tanto por el entorno que lo rodeaba como por los numerosos atractivos de la zona he creído mejor separarlo y montar un post individual para que así quien quiera montarse una excursión de un día al sur de Baviera tal y como hicimos nosotros lo pueda hacer, aunque esto signifique publicar un post menos cervecero de lo habitual.

Estuvimos de excursión varios días el sur bávaro pero hoy únicamente me quiero centrar en la visita que hicimos un 23 de julio por el Oberland, en el sur de la región de Alta Baviera (Oberbayern), concretamente por los distritos de Weilheim-Schongau y Garmisch-Partekirchen. Aquí se encuentran dos pueblecitos de cuento, Oberammergau y Mittenwald, rodeados ambos por bellos prados oteados a su vez por las omnipresentes cumbres nevadas alpinas, y todo ello atravesado por la maravillosa Alpenstrasse, la carretera que discurre por los alpes bávaros y que hace las delicias de quienes amamos conducir (aunque no tengamos un BMW cono en el anuncio... ;) ). Y lo mejor es que este edén también tiene varios atractivos cerveceros pero para conocerlos deberéis seguir leyendo.

Mapa tomado y modificado de aquí.

Tras travesar prácticamente toda la región de Alta Baviera llegamos a nuestro primer destino del día, la Wieskirche, una iglesia en medio de bonitas praderas onduladas (de hecho en alemán significa precisamente “iglesia en la pradera”) y cuyo título de Patrimonio de la Humanidad atrae, y merecidamente, a numerosos visitantes.

Si esto os gusta, los interiores son aún mejores…

Tras contemplar sus maravillosos interiores rococó proseguimos hasta un pequeño pueblecito llamado Oberammergau, ya en el distrito de Garmisch-Partekirchen, ya que los maravillosos lüftlmalerei, los frescos que adornan las fachadas de numerosas casas, merecían mucho la pena.


Un paseo tranquilo por sus calles de buena mañana y cuando las previsibles hordas de turistas aún no habían llegado fue algo realmente placentero, pero si a esa visita matutina le sumáis comer cualquier delicia de la primera bäckerei que os encontréis, el gozo se multiplica exponencialmente.

 Ya sé donde quiero retirarme de mayor...

Tras recorrer el pueblo de punta a punta proseguimos nuestra escapada para llegar a Ettal, donde nos esperaba el primer destino cervecero del día, la Klosterbrauerei Ettal. Pero antes de nada tocaba visitar la abadía que da nombre a la cervecería y donde moran los monjes cerveceros.

Siempre da gusto ver tanta variedad a la entrada de un pueblo…
Por fuera...

... y por dentro.

Tras la visita nos fuimos al Klosterbräu Restaurant, donde nos dimos un buen homenaje regado con sus cervezas, una de las razones por las que quisimos montar una ruta por estos lares. Empezamos pidiendo Benediktiner, una weiss servida de barril bastante más maltosa de lo habitual, con un punto cítrico y un ligero amargor como contrapunto. Seguimos con una Pils refrescante, ligeramente herbal y un punto amargo, y su Dunkel, también de barril, con muy buen aroma, acaramelada, ligero toffee y regaliz así como algo herbal.


Terminamos con su Doppelbock esta vez en botella, cerveza valorada en Ratebeer con un sorprendente 98, algo que para nada es habitual entre las alemanas. En este caso ofrecía los esperables recuerdos a caramelo y también caramelo quemado, un punto de café, con una entrada aparentemente liviana pero que fue de menos a más a medida que tomaba temperatura. De esas cervezas que con un sorbo podría pasar desapercibida pero que con tragos consecutivos revela su auténtica grandeza. Por ponerle un pero, quizás el punto excesivo de carbonatación.

Rica doppelbock...

Maravillosa esta ternera (Münchner Tellerfleisch)
con salsa de rábano picante.

En este punto teníamos dos opciones, o bien continuar hacia el suroeste y visitar el Schloss Linderhof (uno de los palacios del “demente” Luis II) o bien seguir hacia el sur hasta Mittenwald, y como de iglesias y palacios ya íbamos bien servidos nos decantamos por la segunda opción.

Así que después de travesar numerosos y bucólicos valles llegamos por fin a Mittenwald, un pequeño pueblecito fronterizo con Austria, enclavado en medio de montañas y de bosques como bien desvela su nombre.

Aunque no es ni de lejos una de sus mejores calles,
me gusta este rincón con los Alpes de fondo…

Aquí tuvimos una de esas revelaciones maravillosas que todo viajero espera encontrar y que dan un aire especial a todo viaje, y es que en este lugar parecía haberse detenido el tiempo. Más allá de las bellísimas casas, adornadas con mayor cantidad de lüftlmalerei si cabe que en Oberammergau (aunque por lo visto en este último son de mayor calidad…), el ambiente de cuento era verdaderamente cautivador, pese al turismo. El perfecto lugar para irse a vivir y desconectar del mundanal ruido de las ciudades.

Tras pasear de nuevo por sus laberínticas calles llegamos al segundo destino cervecero del día, la Brauerei Mittenwald, en la salida sur del pueblo y a menos de 500 metros de Austria.


Alojado en uno de esos típicos edificios de montaña hechos con piedra, pizarra y sobretodo mucha madera por dentro y por fuera, se situaba el Post Keller, un restaurante pegado a la fábrica de cerveza y único lugar donde por lo visto sirven sus cervezas sin filtrar.

Pedimos primeramente su Leichtes (light), una rubia ligerita que nos sorprendió muy gratamente ya que de normal todas las light me suelen generar pavor, así que cumplió sobradamente la función de refrescar el gaznate con un lúpulo herbal bastante marcado. Seguidamente probamos una Kellerbier bastante atípica, ni muy turbia ni demasiado cerealosa y nuevamente bastante subida de lúpulo. Terminamos con una Märzen, acarameladita pero nada empalagosa nuevamente por el destacable lúpulo cítrico y herbal. Tres cervezas muy bebibles que sin ser sobresalientes tampoco se les puede echar mucho en falta para disfrutarlas.

Leichtes, Keller y Märzen.

Tras terminarnos la Märzen fuimos a una pequeña tiendecita de la fábrica situada en un lateral entre el restaurante y la cervecería. Aquí compramos numerosas botellas de su amplio portafolio a un “carísimo” precio de entre 0,65 y 0,80 euros la botella de 50cl. Ver para creer, como en cualquier getränkemarktalemán.

En este punto teníamos previsto disfrutar de un pequeño sendero en una garganta llamada Partnachklamm que empieza cerca de las famosas pistas de esquí de Garmisch-Partekirchen y que discurre por dentro de la montaña aprovechando el camino excavado por el río, pero desgraciadamente algo así como una tendinitis que me estuvo atormentando un pie durante gran parte del viaje impidió la rutilla. Así que improvisamos y nos fuimos a nadar al Eibsee, un lago glaciar situado a 1000 metros de altura, a los pies de la montaña más alta de toda Alemania, el Zugspitze. Y en este maravilloso enclave natural nos improvisamos un picnic a media tarde con unas cervecitas que llevábamos en la neverita del coche, cerrando así una jornada menos intensa en lo cervecero que otras anteriores pero que disfrutamos enormemente.