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Viaje por Baviera (1): Munich.


Recién entrados en septiembre y con las pilas bien cargadas me dispongo por fin a relataros las batallitas sobre el viaje que pudimos disfrutar el pasado mes de julio por Alemania, más concretamente por Baviera. He montado los diferentes post por ciudades o temáticas similares para que así os sea más cómodo de leer y también por si alguien se anima a replicar el viaje que no tenga que ir saltando de post en post juntando información suelta tal y como en realidad la vivimos nosotros. Sin más dilación vamos con la crónica y espero os resulte interesante ya que en caso negativo os aguardan varias semanas de tortura a la alemana… ;).

Munich.

Si algo tenía de diferente este viaje con respecto a otros anteriores es que en lugar de ir recorriendo una zona de forma más o menos circular y durmiendo en cada punto del trayecto, nos asentamos en Munich y desde ahí fuimos haciendo las diferentes excursiones. La razón de ello, y en definitiva del propio viaje, la tuvo el buen amigo Diego, a quién seguramente conozcáis por su blog Unacervezaaldía…, y quien en su momento nos ofreció su casa para alojarnos, cosa que evidentemente no dudamos ni un milisegundo en aceptar. Además, hace algunos años visitamos ésta preciosa ciudad alemana y el intenso amor a primera vista que nos generó fue una de las causas principales por las que decidimos volver. Pero dejémonos de rollos y vayamos al lío.

La primera experiencia cervecera que tuvimos en Munich no tardó en llegar. Muchos kilómetros en coche divididos en dos etapas, varios atascos y mucho calor requerían de un buen premio que según Diego tenía un nombre: el Hirschgarten, o jardín de los ciervos. Relativamente apartado del bullicioso centro de la ciudad y rodeado de un inmenso parque, se alojaban las mesas de madera con los ¡8000 asientos! que tiene este enorme pero tan entrañable biergarten, el más grande de toda Baviera.

 
Ambientazo genial.

Por lo visto es uno de los secretos mejor guardados de los muniqueses y una de las razones quizás sea que allí puedes tomar unas cuantas maß (tanto aquí como en otros sitios el único tamaño de jarra disponible era el de litro) de la mítica a la par que deliciosa Helles de Augustiner Brauerei servida por gravedad directamente de las barricas de madera.



Tengo que reconocer que esta Helles está a años luz de cualquier otra lager “rubia” que habíamos probado hasta el momento y así se entienden todas las reverencias que fuimos escuchando sobre ella por parte de tanta y tanta gente. Un inicio sin duda espectacular.


El primer día entero que pudimos disfrutar de la ciudad, con un tiempazo de escándalo, por cierto, no dudamos en visitar el local de Schneider en la calle Tal: el Weisses Brauhaus. Amo las cervezas de trigo que hace ésta gente pero probarlas de barril acompañando cualquiera de sus deliciosos platos es algo bárbaro.

Me encantan estos carteles…

La primera en caer fue la TAP 5 Hopfenweisse de barril, una auténtica locura, una explosión de lúpulo realmente muy fresco y que por un momento nos hizo creer que estábamos ante alguna Pale ale californiana. Una pasada. Luego vinieron dos más, la mítica TAP6 Aventinus (barril), un clásico sobre el que sobran las palabras, y la TAP4 Meines Grünes (botella), muy fresca y ligera. Para comer, Rosana se pidió un schnitzelvienés, el mejor schnitzel del viaje con diferencia (un filete muy tierno de ternera empanado y frito, y no de pollo o cerdo como nos lo sirvieron en algunos locales) y para un servidor el asado de cerdo con cerveza Aventinus, con sauerkraut(chucrut para los amigos) y reiberdatschi(una especie de tortitas de patata rallada). No tengo palabras para describir el gozo que sentimos con esta orgía para los sentidos.


Un buen festín.

Una salsita de Aventinus celestial…

Cualquier escapada a Munich estaría vacía sin la arquetipiquísima visita a la Hofbräuhaus, y aunque ya conocíamos este mítico local fundado ni más ni menos que en el s.XVI y las hordas de turistas eran lo suficientemente aterradoras para no repetir, al final terminamos animándonos al ver un cartel que anunciaba su cerveza estacional veraniega, la Munchner Sömmer, muy fresca, ligeramente cítrica y con un punto a lúpulo muy agradable.

La imponente Festsaal de la planta superior.

Justo enfrente de la acaparadora Hofbräuhausse encuentra el local que la cervecera Ayingertiene en Munich, el Ayingers Speis und Trank, dónde se puede disfrutar de su amplísima gama de buenas cervezas (a cual, mejor) y de su comida también excelente. Lógicamente y por estar fuera de temporada no pudimos pedir su totémica doppelbock, la Ayinger Celebrator, pero una estupenda Jahrhundertde barril (ligeramente lupuladita, muy sabrosa y de trago muy fácil) y una Altbayrisch Dunkel (muy suave, entraba como la seda) regaron maravillosamente bien un leberkäse (una especie de pastel de carne) pasado por plancha muy rico y una crema de champiñones sublime con una especie de rebanadas de una albóndiga gigante de pan. Los precios, al igual que en la Hofbräuhaus, un poco más subidos que en Schneider o Augustiner, pero mereció y mucho la pena visitar este local.




Una tarde que nos tuvimos que tomar más relajadamente por razones que no vienen al caso, nos animamos a visitar el Augustiner Braustuberl, o lo que es lo mismo, el restaurante que tiene alojado la tan querida Augustiner en el mismo edificio de la fábrica donde elaboran la cerveza. Aquí volvimos a pedir la maravillosa Helles tirada por gravedad directamente de la barrica de madera y nos animamos con una muy buena Dunkel de barril (no hay comparación posible con respecto a la versión en botella). Para comer elegimos un riquísimo codillo con salsa de cerveza oscura (supuestamente de la Dunkel) y una especie de plato tipo “familia feliz” pero a la alemana, con mucha carne de cerdo asada pero también pato, salchichas… Sin duda nos pusimos las botas.

Come hasta reventar…

La verdad es que admirar los exteriores de la fábrica con sus chimeneas humeantes y oler el intenso y embriagador perfume del mosto cociéndose es una experiencia realmente inolvidable, y lo más sorprendente es que este edificio está pegado al centro de una ciudad tan grande como Munich.

Edificio austero pero con cierto encanto.

Otra de las tardes que estuvimos por la ciudad también nos acercamos al biergarten de la conocida y “leonil” Löwenbräu, el Löwenbräukeller, perfecto para resguardarse del tórrido sol veraniego de mediodía e ideal para descansar tras un paseo por la zona de Königsplatz, con su Glyptothek o el pequeño pero muy interesante museo de paleontología (siendo de ciencias, el mítico Archeopteryx tira y mucho…). Pero más allá de eso y de ver los bonitos exteriores del edificio, por el excesivo ruido y humo del tráfico colindante, en mi opinión no merece demasiado la pena acercarse hasta aquí..

El bonito (y cableado) edificio.

Radler y Helles

Si algo tiene Munich además de cerveza son muchos jardines y parques. El más conocido y grande es el Englischer Garten(jardín inglés), dónde se encuentra uno de los biergarten más turísticos de la ciudad junto con la Hofbrauhaus, el de la Chinesischer Turm o torre china. El hecho de que sea uno de esos centros “atrae-turistas” nos llevó a hacer una visita rapidita y a marcharnos sin tomar la muy cara maß de Hofbräu helles que aquí sirven. Lo mejor y que sí merece la pena es ver la torre china, admirar el cercano Monopteros o, por qué no, echarse una siestecilla rápida en cualquier rincón del inmenso jardín.

La torre china antes del embrollo turístico.

En Munich y en general en toda Alemania es poco común ver tiendas de cervezas como las que conocemos por aquí pero en su lugar existen interesantísimos getränkemarkt (supermercados de bebidas en general, no solo alcohólicas) por todas partes donde puedes comprar cervezas de la zona, pocas de otros lander, casi todas ellas son de 50cl. y a precios realmente muy bajos (entre 0,65€ y 1€ la inmensa mayoría). El que más nos gustó en Munich fue el Getränke Oase, relativamente cerca de la estación central de tren y en el que se pueden encontrar auténticas rarezas de microcerveceras que se desmarcan del triplete alemán weiss/helles/dunkel. Local pequeño pero repleto de joyas y además el tipo que lo llevaba era un cachondo muy simpático que medio chapurreaba el castellano…

Dos pequeños pasillos repletos de joyas.
Una pequeña selección de cervezas de nueva ola.

Y con este auténtico must damos por finalizado el post recopilatorio sobre lo que dio de sí a grandes rasgos Munich en cuanto a locales. Se nos quedaron en el tintero algunas visitas a algunos clásicos muniqueses como Hacker-Pschorr, Paulaner o Spaten y también algunas micros pero a cambio dedicamos ese tiempo a disfrutar de no pocas cervezas en casa y sobretodo a visitar algunos sitios maravillosos de los que ya os iremos hablando en los sucesivos post.

¡Nos vamos a Baviera!



Como algunos de vosotros ya sabéis, nos escapamos dos semanitas a Munich para aprovechar que un buen amigo está “exiliado” por aquellas tierras y así poder disfrutar, entre muchas otras cosas, de los encantos cerveciles de Baviera. Así que dejaremos el blog en standby y hasta la vuelta, aunque no prometo nada, iremos compartiendo alguna foto por Facebook para poneros los dientes largos ;).


A los que hayáis estado previamente por allí os agradecería que nos dieseis algún consejo y/o recomendación ya que no hay nada como la experiencia previa para enriquecer un viaje.

A la vuelta ya os contaremos qué tal las andanzas por las tierras del Hallertau, las Helles y las Rauchbier. ¡Hasta muy pronto!¡Prost!

Intenso fin de semana por Madrid (2/2).



Tras un viernes pletórico en todos los sentidos llegó la hora de levantarse el sábado… Cómo bien habréis intuido, con unas ganas de beber cerveza más bien nulas. Pero ya se sabe que no hay mejor remedio para la resaca que seguir bebiendo (si lee esto alguien de Alcohólicos Anónimos me declaran persona non grata de por vida…) así que aún con bastantes dudas, a ello nos dispusimos.

Si hacéis un poco de memoria, se nos había quedado pendiente La Tape por cuestiones técnicas. Así que llegó la hora de disfrutar del que a raíz de dicha visita se ha convertido en nuestra opinión en una de las dos referencias cervecero-gastronómicas de Madrid junto con el Animal.


El local, con una agradable iluminación natural proveniente de sus grandes cristaleras, es de esos sitios que transmiten buen rollo y no sabes bien el porqué. De estética moderna, pintado en tonos blancos y verdes muy suaves, algo de madera, ladrillo… muy agradable y que incitaba a sentarse pero no a marchar. Con un poco de suerte pudimos pillar mesa (el local estaba abarrotado) y tras pedir de comer nos decidimos por acompañar la manduca con la opción del Tasting de 4 cervezas de 20cl, todas de barril, por 10€. Una buena opción para probar los barriles a buen precio. En cuanto a referencias en botella, aún habiendo cosas muy interesantes, mejor centrarse en las delicias de barril.

 Los barriles disponibles aquel fin de semana.

Con el cuerpo aún un poco quejoso llegó el primer plato: una burrata di Andria (un queso de vaca fresco similar a una mozzarella por fuera pero cremoso por dentro, realmente delicioso) acompañado con una Loverbeer Madamin. La cerveza, una sour ale de precioso color rojizo que ya os adelanto que se va para las mejores cervezas del mes, acompañada del queso, nos devolvieron a la vida en un solo bocado. El festín siguió con un humus bastante conseguido y una dupla “estupenda” para cuando el estómago está en horas bajas: unos callos (había que probarlos…) y unas croquetas de boletus (muy buenas), todo acompañado por un seguro de vida cómo es Nøgne, y más concretamente, su rica Imperial Brown Ale.


Arriba la burrata con la Loverbeer. Abajo las croquetas y los callos con la Nøgne.



Con los callos aún en la mesa nos llegó la tercera cerveza, una Domus Aurea, la cual tengo que reconocer que la vimos muy venida a menos respecto a anteriores veces. Quizás fuera por estar tirada en hand-pump (no me convenció demasiado este mecanismo para esta cerveza) pero la vimos mucho más plana en comparación con la bestia de lúpulo que era antaño. Tras esta, cerramos la velada (os recuerdo, en horas bajas…) con una imperial stout, la Left Hand Wake Up Dead, riquísima, muy fácil de tomar para el estilo, y que acompañó maravillosamente bien a una tarta casera de melocotón (la repostería de este local es la estrella). Una auténtica comilona que desde aquí recomendaría a todo aquel que se acerque por Madrid y preste atención al buen manducar además de a levantar el codo con buena birra.

 No será el mejor maridaje, pero no hay duda que cada cual por su lado estaba alucinante.


Y como quien no quiere la cosa, y cómo si el ayer no existiera, tras una reparadora siestecilla nos fuimos hacia el Labirratorium, dónde nos esperaba Juan (JAB  en el mundillo blogger), otra de las personas con las que habíamos intercambiado algo más que impresiones por la red y que teníamos muchísimas ganas de conocer.


Entre cervecitas, buena conversación, un poco de queso (alucinante el queso de cabra cuyo nombre no recuerdo acompañado con mermelada Yria), y todo ello frente a un pequeño calentador (no lo había dicho aún pero el frío de esos dos días por Madrid fue de armas tomar, y no sólo para dos valencianos acostumbrados a termómetros altos…). Un muy buen rato hablando de todo un poco con los tres artífices de este proyecto que aún siendo muy joven apunta muy, muy alto… Sus estanterías rebosan calidad, un número de referencias que para haber empezado hace muy poco no tiene nada que envidiar a otras tiendas con más recorrido. Todas y cada una de las cervezas pensadas y elegidas a consciencia: clásicos belgas y alemanes, un nutrido surtido de británicas, nórdicas y bastantes estadounidenses, así como unas tentadoras baldas con unas Baladin recién llegadas (algunas de las cuales con paso por tentadora barrica), entre otras, eran las referencias. Chicos, ya sabéis lo que dicen los italianos: “piano, piano se va lontano”… Mi más sincera enhorabuena por el ilusionante proyecto.


Arriba, los 3 artífices: David, Álvaro y Juan. Abajo, un rincón alucinante



Pero se hizo la hora de empezar a calentar barras y a ello nos dispusimos JAB y los dos Lúpulos con un objetivo: la zona Bilbao, y cómo primera parada el viejo Oldenburg (del nuevo ya os hablé en el anterior post). Este local era muy pequeñito, rebosante de breweriana, luces y placas de anuncio, centenares de botellas… ofreciendo un ambiente muy acogedor (quizás en hora punta y/o con temperaturas más calidas puede llegar a ser una olla a presión). Las cervezas elegidas, un triplete de la belga Boon en botella:  Kriek(2010), Oude Gueuze a l’ancienne(2007-2008) y Mariage Parfait, siendo la primera y la última las que más gozo nos dieron.


Arriba, los interiores, sin un centímetro libre de breweriana. Abajo, el atractivo triplete espontáneo.



Con el ritmo mucho más pausado que el día anterior y con el buen Juan ejerciendo magníficamente de anfitrión por la Beer Mile, nos fuimos para L’Europe, otro de los clásicos locales para cervecear por Madrid. El interior del local, cómo sacado de un cuento, directamente nos teletransportó a algún lugar entre Alsacia y Baviera, con una decoración clásica pero muy cuidada, y también igual que el anterior local, rebosante de calidez. Muy buen ambiente. En cuanto a cervezas, una carta clásica y poco atrevida en comparación con otros locales más nuevos, pero aún así merece la pena.

 Los cuidados interiores.

Allí nos juntamos con el homolúpulo David y el gran José (Teddybeer), ésta vez acompañado por Eva, su mujer (que no se diga que la birra es sólo cosa de hombres…). Tras los saludos nos pusimos con una St. Peter’s Bitter y una Brooklyn Lagerpor nuestra parte, mientras que los demás eligieron otra St. Peter’s, y de barril una Tongerlo Bruin y una Charles Quint Ambrée, además de una cerveza de frutas cuyo nombre no recuerdo. Buenas opciones para "empezar" a calentar motores. Tras ellas vino hora de asegurar: 4 de las 6 cervezas fueron Orval (un seguro de vida que enamora más a cada sorbo, en ello coincidimos unos cuantos…), además de una Urthel Saisonnere y otra cerveza de frutas. Y para amortiguar el líquido, una ronda de salchichas y unos bocaditos bávaros (algo así cómo trocitos de pechuga de pollo empanados).

 ¡¡A la batalla!!

Se hacía tarde y faltaba una de las referencias imprescindibles de la escena cervecera madrileña, el Animal Picar & Beer, para lo cual desgraciadamente tuvimos que despedir al camarada Juan, agradeciendo su efímera pero muy agradable compañía. Tras poco más de dos minutos a pie (literal), entramos en este local que vio la luz el pasado septiembre, pero a pesar de ello, y cómo decía, se ha ganado el título de visita obligada en cualquier escapada cervecera por Madrid.


A la cabeza, Tibor Domenech, un catalán con muy buen gusto musical (mal que le pese al homolúpulo David), y con una propuesta a mi entender encomiable: juntar la buena cerveza y el vino con comida de calidad. Lo mejor, a parte de la comida, una buena carta de cervezas en botella y barril. Lo menos bueno, que los precios eran un poco elevados, aunque según nos contó Tibor, durante esa semana les había dado un buen recorte.

 Cuidadito con la comida…

En este sentido, y a pesar de haber rebasado la media noche, nos dimos una re-cena cómo quien no quiere la cosa (no me iba a marchar de Madrid sin comer en Animal!!). Así llegaron una sobrasada con un pan de otro planeta, unos chipirones de toma pan y moja… regado todo ello por unas rondas de barril (un par de alucinantes Kernel Export India Porter, además de Dougall’s Invierno, Yria Brown Ale, Mikkeller Saphir Wet Hop, Mikkeller Fair Bar…).


Arriba, una de las neveras más tentadoras. Abajo, la deliciosa Kernel Export India Porter de barril.


Pero antes siquiera de pensar en elegir botellas, Tibor nos sedujo con una tentadora carrillera de ternera que no olvidaré en muchísimo tiempo (los pocos que no la probaron, con mucho esfuerzo, lo prometo, la comieron con unos ojos que se salían de sus órbitas).

 Este plato bien merece repetir unas cuantas veces la visita al Animal, ¿eh, mr. Homo Lúpulo de manos cruzadas?


Y con el estómago lleno, llegó la hora de las botellas (en plural, sí, un plural bastante dilatado...). Y bendita hora… Tras una primera joya estadounidense, The Bruery White Oak (una barley winehecha a  partes iguales con y sin añejado en barrica de Bourbon, que dejó sin palabras a todos los comensales), llegaron cortesía de Tibor una Stone Self Righteous (maravillosa black IPA, lúpulo americano en todo su esplendor), Toccalmatto Italian Strong Ale (una barleywine rebosante de fruta confitada y dulzona por el envejecimiento en barricas de Grappa) y Alvinne Undressed Monbazillac (para la Reina Lúpula, ésta sour ale extraordinaria envejecida en barrica de Monbazillac, un vino blanco y dulce, fue la mejor con diferencia de toda la noche).

 

Con las papilas extasiadas (en aquel momento podría haber llegado el fin del mundo y nosotros tan tranquilos…), y disfrutando de una buena tertulia, llegó José con una Hoppin Frog DORIS The Destroyer(una Russian I.stout para quitarse el sombrero), abriendo así la caja de los horrores al invitar al personal. Y ya sabéis, si alguien empieza, los demás no se quieren quedar atrás… con lo cual se desató otro desfile de birrotes, a cual más alucinante… En este orden y seguidos con un “a esta invito yo”, llegaron Fantôme Pissenlit (¿quién dijo que una saison no puede ir detrás de todas las bombas anteriores?), Jester King Noble Hop (otra saison, en este caso yankie, sugerentemente lupulada al tiempo que equilibrada) y AleSmith IPA (varios coincidimos en que ésta bomba de lúpulo no estaba precisamente en su mejor momento, haciendo al pobre Tibor comprobarlo con una segunda botella…). Y hasta aquí puedo leer. Bueno, por el medio Tibor nos sacó alguna cosa más de comer (embutidos catalanes para ponerse a llorar de placer, un pica pica a base de salmón que voló en pocos segundos…) haciendo más llevadero aún el “sufrimiento” vivido/bebido.


 Nadie puso pegas al segundo “resopón”… Abajo, el crack de Tibor con algunas de las cervezas que cayeron a lo largo de la noche.


Y así dimos por finiquitado un sábado que empezó tal que así “Hoy no vamos a abusar. Lo de anoche fue demasiado…” y terminó con las manillas del reloj apuntando hacia unos números que hacía siglos que no veía (si sois futboleros, apuntando entre los dorsales que Xavi e Iniesta llevan en el Barça…). Una velada colosal en todos los sentidos, repleta de joyas para morirse de placer, con una compañía aún mejor, que nos dieron un fin de semana que decidí calificar de intenso para el título del post por no hacerlo con algo más fuerte y que nos encerraran a todos en un manicomio. En resumen, merece y mucho, muchísimo, la pena ir de birras por Madrid.

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Aquí se ha terminado el post. Seguir leyendo la parte más melodramática es responsabilidad vuestra, solamente vuestra. Avisados estáis. ¿Aún seguís ahí?

Cómo ya me conocéis, no podía cerrar sin daros las gracias a todos y cada uno de vosotros: a mi querido Jorgecín (enorme el sacrificio que hiciste por compartir velada con nosotros dándonos innumerables momentos de risa y placer), a Diego (siempre nos quedará Paris… quiero decir, Munich), a José y su mujer Eva (corazón gigantesco el vuestro, y una ceja levantada sarcásticamente que nunca olvidaré), a los Labirratorios(Álvaro, por la velada del viernes y el trato de amigo; Juan porque por fin te pudimos conocer en persona… que ya iba siendo hora y vete buscando una excusa para vernos otra vez; y David por aguantarnos todo el fin de semana, y si hubiera continuado allí seguirías…), a Tíbor y su Animal por hacernos sentir mejor que en casa (volveré, lo juro, para comer hasta que no te quede nada en la nevera), a Aurora y Antonio (la próxima que vengáis a Dénia no os libráis de nosotros… especialmente tú, Antonio, para una ración de fonética… :P), a Raúl de Irreale (como te dije, me quedé con ganas de charlar más…) y también, aunque a penas compartimos un cachito de fin de semana, a la gente de La Tape, Fábrica Maravillas, La Buena Pinta, Cervezorama, L’Europe, El Pedal y Oldenburg por hacernos disfrutar, lo cual no es nada sencillo para alguien que iba con ciertas reticencias hacia Madrid (ya sabéis, por aquello de nacer y vivir en eso que algunos califican como “la playa de Madrid”, lo cual no es nada fácil de digerir…). Bueno, y también y para que no se me ponga nadie celoso, también gracias a vosotros por estar ahí leyendo mis cuentos del abuelo cebolleta (por qué seguís ahí, ¿no? :P).

Intenso fin de semana por Madrid (1/2).



Algo más de una semana después de volver de nuestra escapada por Madrid (en la que por cierto casi nos quedamos tiesos y no precisamente por sed…), vamos con la primera parte de nuestra crónica (tranquilos, que solo serán dos… enormes, titánicas, casi bíblicas… pero dos…). Muchas ganas de pasarlo bien y de disfrutar de la cerveza sin tomar tantas notas, ligado a un inesperado olvido de la libreta en la que lo anotamos casi todo, nos ha ahorrado la revisión de apuntes y de paso agudizar la memoria pero con todo esperamos poderos transmitir qué se cuece por Madrid en lo que respecta a cerveza.


Todo empezó el viernes, tras descargar los bártulos y bajar a la calle sin perder un solo segundo. La primera parada fue Cervezorama, que nos quedaba realmente cerca de dónde nos alojábamos.


Una tienda alucinante, pequeña en dimensiones (aunque más grande de lo que imaginábamos), pero enorme en contenido. Muchas, muchísimas referencias, abarrotaban este pequeño espacio, desde elaboraciones de nueva ola (yanquis, nórdicas, británicas…) a clásicos que nunca pasan de moda (alemanas, inglesas, belgas…) así como también un amplio surtido de artesanas locales. Detrás del proyecto, David y desde hace poco también Ernesto (Yria), los mismos protagonistas de Guinea-Pigs. El único punto un tanto sorprendente es que tuvieran cervezas en una neverita pero no se pudieran tomar allí... ¿entonces para qué las quiero frías si en mi casa también las puedo enfriar...?

 Sin duda, un rincón para perderse…

Tras las pertinentes compras nos fuimos a comer a La Tape, aunque ciertos problemillas en los barriles nos obligaron a dejar la visita para el día siguiente. La otra opción para comer por la zona Bilbao (la conocida como Beer Mile de Madrid), el Animal, estaba cerrado así que junto con el amigo Diego (Unacervezaaldía) decidimos ir al nuevo Oldenburg.


Este cálido local rebosante de madera, muy luminoso gracias a las grandes cristaleras que rodeaban dos de sus cuatro flancos, poseía una carta de cervezas clásica, con belgas y alemanas como estandarte, pero con algunas pinceladas más actuales. En barril, las tentadoras Chimay triple y Schneider Aventinus impidieron que tuviéramos que pensar mucho cuáles serían las primeras cervezas a tomar. En cuanto a comida, un clásico como las salchichas, pero también patés, cecina… conformaban una oferta nada extravagante pero no por ello carente de interés. La segunda ronda para regar la manduca fue un cervezón como S. Smith Taddy Porter, una apuesta segura como Flying Dog Gonzo y una decepcionante blonde, Ommegang de Gouden Carolus.


Arriba las birras (sí, aunque la foto de la izquierda todo son vasos de Schneider, juro que había una Chimay de barril…). Abajo, parte del picoteo.



Una de esas charlas en buena compañía que invitan a beber más cervezas nos llevó al buen Diego y a la pareja de Lúpulos hasta el mercado de San Fernando, en el castizo barrio de Lavapiés. Allí, nos habíamos citado con el amigo Jorge (Cerverianao también conocido como “el señor de las mayúsculas”…) para visitar La Buena Pinta, una tienda muy sencilla en cuanto a los acabados, pero con bastantes referencias artesanas locales (Medina, Dougall’s, Domus, Cibeles…) y también tentadoras opciones foráneas (bastantes Mikkeller, algunas estadounidenses…). A la cabeza del proyecto está Juanma, quien tuvo la genial idea de abrir este local con una neverita y unas mesas fuera para que así la gente se pudiera dar un buen homenaje rodeado de paraditas de pescado, verduras y carne. Encima, si tienes mucha suerte puede que un nano impertinente lance un pelotazo asesino al grupo mientras te tomas un cervezote. Pero repito, eso es mucha suerte…


Dougall’s Haití, Medina Tropical IPA, Medina 9 maltas, Left Hand Sawtooth, Coopers Best Extra Stout y Mikkeller Wet Hop Kellerbier, divididas en dos rondas, fueron las elegidas. Especialmente destacables la Dougall’sy la 9 maltas.


Llegó la hora de despedir a Diego (cuento los días para el reencuentro de aire teutón… :P) y saludar a José (Teddy Beer) y Antonio (ex. Lúpuloamansalva). A este último ya tuvimos el placer de conocerlo en persona hace un tiempo, pero con José, un coloso de altura considerable y de corazón aún más grande, era nuestro primer encuentro. El lugar de la reunión, El Pedal, un local pequeño con todo el encanto de un clásico bar de barrio, pero con neveras y barriles que sin ser ningún edén, no tenían nada que envidiar a ningún otro local. A la cabeza, Javier y Alba, a quienes felicitamos por el local no sin olvidarnos de un pequeño tirón de orejas por los precios un tanto subidos de algunas referencias. Nuestras dos elegidas, Mikkeller Wheat is the new hops(ni fu ni fa…) y Mikkeller K:rlek Vinter(una APA muy refrescante).


Arriba los artífices, abajo los cuidados interiores.



Tras esta ronda nos fuimos a Fábrica Maravillas, un brewpub de estética muy moderna, todo de color blanco impoluto, líneas rectas, muy elegante, ya sabéis…. En este local, el más abarrotado de todos los que pudimos disfrutar a lo largo del fin de semana, nos juntamos con los “labirratorios” Álvaro y David. Tras la barra estaban Dave y Thierry, de Chicago y pelirrojo el primero, francés y espigado el segundo, quienes nos sirvieron sus “retoños”: una alucinante IPA con hop rocket que tenía un curioso toque láctico pero muy agradable que el gran Jorge no dudó en adular haciendo que nos desternilláramos con una de las frases de la noche (“me echaría ésta birra por encima… yo quiero oler a esto…”), una scotch ale sorprendentemente bebible y adictiva, y una saisoncorrecta sin más, fueron las cervezas bebidas en un triplete de rondas. El único pero de éste local, que no esté en Valencia para ir todas las semanas.


Aparentemente clásico por fuera… rebosante modernidad por dentro. Abajo la joya de la corona y la foto de equipo.

 
(Jorge, ¿qué cara me pones??)

Pasadas las 12 de la noche, bastante entonados ya, nos fuimos todos a cerrar velada en el Irreale, un pub muy próximo al anterior, con estética también moderna, sin muchos rodeos en cuanto a la decoración pero cierta calidez aportada por la tenue luz. A la cabeza, Raúl (Inbirraveritas), con quien ya habíamos compartido algún que otro mail y comentario antes de que se lanzara a la vorágine de la hostelería y ya teníamos ganas de conocer. En cuanto a la carta, sin ser muy extensa en botella, había suficientes referencias tentadoras y a precios mucho más ajustados que en otros locales de Madrid.


Arriba, la entrada. Abajo, la cueva de las maravillas…



Mientras el personal iba haciendo sus elecciones de barril, David y los dos Lúpulos nos lanzamos sin pensarlo mucho a por una tentadora colaboración entre Lost Abbey y New Belgium, llamada Mo Bretta, Bretta, la cual nos dejó un tanto indiferentes (y estoy siendo muy benévolo). Se trataba de algo a caballo entre una saison y una triple sin demasiada gracia y nada de Brett (no estábamos para muchos trotes a estas alturas pero varios coincidimos en que todo el Bret se quedó en el nombre…).

 Con ese arte, a ver quien le dice al homolúpulo que no la sirva...

Tras comer en plan picoteo (unas minihamburgesitas muy mini, unas ricas croquetas, unos nuggets que volaron en pocos segundos, entre otras cosas…), que regamos cruzando vasos con todos, llegó la hora de compartir otra cerveza con el Homolúpulo y Labirratorio David, una Left Hand Wake Up Dead, esta sí, un auténtico birrote de textura mascable, con mucha fruta oscura, regaliz, chocolate… Para comerla a cucharadas.


Charlando de lo divino y lo humano, y sin esperarlas, nos llegaron unas copitas de un hidromiel de la cervecera estadounidense Kuhnhenn, los cuales nos dejaron realmente alucinados, difícilmente encasillables, pero que gustaron mucho a casi todos.


Bien entrados en la madrugada (me abstengo de decir la hora…), y con toda la cuadrilla aguantando infatigablemente, es más, aún se apuntó Aurora (de La Tape, y pareja de Antonio “lupuloamansalva”), llegaron dos rondas bien oscuras. La primera, uno de esos 100 en Ratebeer que algunos no dudan en adular mientras que otros se quedaron esperando algo más, AleSmith Speedway Stout, un pelotazo negro para los sentidos; y La Pirata Blackblock, de la cual habíamos leído muy buenas críticas y al menos por mi parte las comparto letra por letra. Dos auténticos petrolacos.

 

Aún pudimos probar alguna otra cosa pero con la madrugada muy avanzada llegó la hora de las despedidas, para lo cual reconozco que no valgo. Por ello, tras los abrazos y besos, tras agradecer a todos aquellos con los que ya no íbamos poder disfrutar el día siguiente, no tuvimos otra opción que aceptar la propuesta del incombustible homolúpulo de irnos a tomar alguna cosilla más en su tienda, el Labirratorium, de la cual os hablaré en el siguiente post… Si es que somos gente muy fácil… ;).


El cuerpo no estaba ya para muchos trotes, pero aún así pudimos paladear con mucho gozo dos auténticas joyas (y van unas cuantas a lo largo de la tarde-noche…): Gouden Arend 125 Anniversary, una triple maravillosa, alucinante tanto en nariz cómo en boca, para perderse horas disfrutándola; y Beer Here Kremlin Crude, otro petrolaco inmenso, cremosa, achocolatada y con un punto ahumado para volverse loco con cada sorbo.



Y con éstas dos auténticas barbaridades que ganan muchos puntos para entrar directas al listado de las mejores cervezas del mes y posiblemente del año, cerramos una tarde-noche-¿mañana? muy larga. De las temibles consecuencias que nos podían aguardar al día siguiente (o más bien, pocas horas después) os hablaré en el siguiente post… Sólo os adelanto que al contrario de lo que pueda parecer, no nos achantamos precisamente… Los agradecimientos, también me los guardo para cerrar las batallitas del sábado.