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Andiamo a Roma!



Ya lo dice todo el cartel, este próximo fin de semana del 21 al 23 de febrero nos vamos a Roma y quiénes sigáis este blog ya sabéis que en las previas de todo viaje en el que la cerveza tenga el más mínimo protagonismo siempre suelo pediros consejo y recomendaciones. Así que esta vez con la visita a “la ciudad eterna”, la que hoy en día es uno de los puntos más calientes del panorama cervecero europeo, no iba a ser una excepción.

Tenemos un planning bastante saturado y sin demasiados espacios libres pero aún así y si creéis que hay algún bar o restaurante cervecero así como algún brewpub verdaderamente imperdible os prometo tenerlo en cuenta. En principio nuestros destinos cerveceros serán Ma Che Siete Venuti a Fà, Bir&Fud, Brasserie 4:20, Open Baladin y Domus Birrae.

Más allá de estos locales, y aunque no sé lo que nos encontraremos, si conocéis alguna cerveza de alguna micro italiana poco conocida por estos lares y que debiera ser probada si nos la encontramos, pues también agradeceré esos nombres.

Y para finalizar, dejando la cerveza a un lado ya que no solo de birra vive el hombre, en plan turisteo tengo bastantes cosas apuntadas y seguramente no nos dé tiempo visitar ni la cuarta parte de todo ello, pero aún así también pido consejo a quienes hayáis visitado la ciudad, ya que siempre son mejores esas recomendaciones personales que leer todas esas webs y libros con esos repetitivos y cansinos “top 10…” o “lo mejor de lo mejor…”.

Y por supuesto, “abuelos cebolleta” y amantes de las batallitas y las parrafadas épicas, no os cortéis un ápice… Prometo compensaros, por ejemplo invitándoos a alguna cervecita en el BBF… ;)


¡Ah, y “grazie mile”!

Viaje por Baviera (8): Weihenstephan y Andechs.


En esta octava entrega de la serie bávara he querido juntar las visitas que hicimos a dos clásicos como son las abadías cerveceras de Weihenstephan y Andechs, en Freising y en la población del mismo nombre, respectivamente.



En cuanto a la primera, Weihenstephan Brauerei, como bien sabréis, está considerada como la cervecería en activo más antigua del mundo ya que oficialmente se fundó en 1040 (menuda barbaridad…), aunque otro documento del año 768 ya hace referencia a un campo de lúpulo en sus inmediaciones. Está claramente especializada en cervezas de trigo aunque también elabora entre otras cervezas una doppelbocksublime llamada Korbinian y recientemente ha abierto una línea de exploración en colaboración con la Universidad Técnica de München, que tiene uno de sus campus en Weihenstephan, más en consonancia con la línea por la que se mueve el mercado en la actualidad (“Hoplosion” o “Pale ale” por ejemplo).

Llegamos a la colina de Nährberg, sobre la cual se asienta la cervecería, tras la estupenda jornada vivida en Nürnberg, aprovechando que Freising nos venía de paso de vuelta a München.

Esta especie de perro, oso o fraile (observar la cabeza),
o todo ello junto, nos recibe en la entrada.

Como llegamos algo tarde, tras recoger al amigo Diego en la estación de tren fuimos directos hacia su biergarten. Comparado con otros gigantescos como por ejemplo el del Hirschgarten o el de la torre china en Munich, este biergarten parecía más la terraza veraniega de un restaurante, pequeño y tranquilo pero con un ambientazo espectacular pese a estar algo apartado del centro de la ciudad, con unos cuantos árboles bordeando los límites del jardín y con una bonita puesta de sol que hizo la visita más mágica aún si cabe.

Por aquí me temo que el suelo no estaría igual de impoluto...

Centrándonos en la cerveza, y como ya conocíamos más que sobradamente las Weihenstephan (a quien no, le recomiendo encarecidamente probar su Hefeweissbier), nos decantamos directamente por dos de sus joyas, Vitus y Korbinian, y también por una Dunkel cuya existencia desconocía y que tras buscarla por la red creo que se llama “Tradition”.

Korbinian, Vitus y Tradition.

Vitus es una Weizenbock realmente alucinante, con bastante más cuerpo que una típica weizen rubia, con las clásicas notas a plátano, chicle y clavo acompañadas por algo de alcohol pero muy bebible en su versión de barril. Aún sigo dando las gracias a mi querida Cerveseria Quintana por dármela a conocer hace ya unos cuantos años. La Korbinian es una doppelbock que rinde homenaje a uno de los monjes fundadores de la abadía y es una auténtica delicia, como marcan los cánones del estilo rebosa notas dulzonas y maltosas, caramelo, pasas, algo de regaliz, y a pesar del cuerpo no era nada empalagosa en su versión de barril. Tradition, como toda buena dunkel que se precie, tenía un trago muy fácil, con un buen equilibrio entre el caramelo y los frutos secos por un lado y el amargor por otro. Sin duda tres magníficas cervezas.

Para amortiguar estos elixires nos acercamos al self-servicesituado en uno de los lados del biergarten para pedir una ensalada de pollo, un schweinshaxe (el famoso codillo de cerdo) y unas costillas también de cerdo. Como veis, todo ligerito y sin nada de grasa… ;)

Odio tener que usar el flash...
pero hay veces que es imposible obviarlo...

Y así, disfrutando como enanos, entre risas y contándonos batallitas hasta que el biergarten empezó a quedarse vacío, despedimos una jornada estupenda.

Para quienes dicen que los alemanes no tienen sentido del humor...
Genial este comedero para perros y también sus cartelitos... XD
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Días después, de vuelta tras otra magnífica jornada por la zona de Berschtesgaden, en el extremo sureste de Baviera y en plenos Alpes, lindando con la frontera austríaca, decidimos parar en la abadía cervecera de Andechs, en alemán Kloster Andechs Brauerei. Y es que pese a que esta cervecera tiene un local en pleno centro de München, en una callejuela situada entre la Frauenkirche y el Neues Rathaus, decidimos visitar la abadía situada unos 40 Km. en dirección suroeste por aquello de buscar la tranquilidad y alejarnos del turismo y el bullicio atronador de las grandes ciudades.

La abadía de Andechs se encuentra pegada al lago Ammersee y al igual que Weihenstephan se encuentra sobre otro monte, en este caso llamado Heilige Berg (monte sagrado), el cual junto con la silueta de la abadía son los protagonistas del logo de la cervecera que tenéis a continuación.


Tras dejar el coche en su enorme parking (por lo visto esta abadía es un centro de peregrinaje bastante reconocido) y ascender por la corta pero empinada cuesta llegamos al complejo dispuestos a disfrutar de una jornada épica.

Preciosa iglesia.

En este caso había varios biergarten, cada cual con su ambiente, además de un restaurante interior, una zona donde servían la cerveza, otra para la comida, y por encima de todo esto la iglesia de estilo rococó. Tras pillar asiento en una de las numerosas y gigantescas mesas comunales fuimos a por la cerveza.

Andechs Spezial Helles y Doppelbock.

A pesar de conocer también su extenso portafolio empezamos con ganas pidiendo su Helles y su Doppelbock, ambas servidas de un artilugio que no terminó de quedarme claro si funcionaba por gravedad como las maravillosas Augustiner de München o si en realidad había algún mecanismo dentro. La Helles tenía un sabor maltoso intenso cortado por lúpulo cítrico y también muy herbal, muy rica aunque en mi opinión un escalafón por debajo de la celestial Augustiner Helles. La doppelbock, lógicamente muy maltosa y con mucho caramelo, melaza y regaliz, algo de caramelo quemado, sorprendentemente equilibrada y para nada empalagosa pese a ser corpulenta. Una gratísima sorpresa de barril.

Se aceptan apuestas:
¿servida por gravedad o no?

Disfrutando como enanos de repente vimos como la tranquilidad reinante se rompía con hordas de jovenzuelos corriendo a por cerveza. Asombrados y algo extrañados por si se iba a pinchar alguna cosa especial o estacional terminé con brío mi maß para recibir el jarro de agua fría de que a las 20.00h dejaban de servir cerveza. Tras encajar la noticia, con más mala leche que otra cosa, las cosas como son, pedimos algo de picoteo en un self-service bastante sencillo y tras esto nos marchamos con el rabo entre las piernas de nuevo a München... Lo bueno es que allí nos aguardaban unas buenas cervezuelas frescas en la nevera para cerrar el día como tocaba... ;)

Aún hoy sigo sin entender como puede ser que a las 20.00h de la tarde, con el sol bien arriba en el horizonte, con un tiempazo de escándalo y con varios biergarten bastante repletos de gente consumiendo, decidieran cerrar. En fin, cosas de vivir en un lugar donde en verano la gente difícilmente sale a tomar algo antes de las 21h o las 22h, supongo…

Con lo bien que esperábamos pasárnoslo aquí...

En resumen, una visita inesperadamente fugaz que no hubiera merecido nada la pena de no ser por el encanto que tiene tomarse una cerveza en un lugar tan mítico como es esta abadía, alejado de las aglomeraciones. Pero más allá de eso, tanto por el sinsentido del horario (quizás en fin de semana lo alarguen) como por la vuelta en coche o tren a Munich en mi opinión no compensa demasiado hacer esta excursión, al menos por la tarde.


Y así doy por cerrado este post algo más corto de lo habitual con la visita a dos abadías que tienen mucho en común: ambas están situadas a unos 40km de Munich, están construidas sobre una colina y producen magníficas cervezas. Ah, y aunque en nuestro caso fuimos a ambos sitios en coche, quizás os interese saber que ambas cerveceras están bastante bien comunicadas en tren con el centro de Munich.

Viaje por Baviera (7): Zoiglstube Gänstaller Drei Kronen.


Hoy vuelvo a la carga con los post de Alemania (ya quedan muy pocos…) y esta vez el protagonista es uno de esos locales que entran directos a mi lista de las mejores experiencias vividas alrededor de la cerveza.

Todo empezó varios meses antes del viaje, cuando estábamos planeando la visita a Bamberg. Sabíamos que nos íbamos a tener que quedar allí a dormir sí o sí ya que por un lado el kilometraje que nos separaba de vuelta en coche hasta Munich en condiciones no muy adecuadas lo recomendaban, y por otro eso nos permitiría disfrutar más tiempo de la ciudad y de sus numerosos encantos. Pero cual fue nuestra sorpresa cuando vi que en Ratebeer ponían un brewpub llamado Zoiglstube Gänstaller Drei Kronen como el mejor destino de toda Baviera, algo sorprendente por estar situado en un pueblito minúsculo de algo más de 500 habitantes llamado Schesslitz-Strassgiech y a pocos kilómetros de Bamberg cuyo nombre, estaréis conmigo, no es precisamente famoso. Extrañados y tras leer algunas referencias muy positivas sobre el lugar no dudamos en cuadrar horarios, reservar hotel cerca y esperar la llegada del día de la visita.

Pero en realidad no diría toda la verdad al afirmar que el nombre de Gänstaller me pillaba completamente por sorpresa ya que existe una rauchbier que tenía fichada de haberla visto en varios libros y sobretodo en numerosas webs donde acapara numerosos elogios. Hablo de Affumicator, elaborada por Gänstaller en exclusiva para un templo como es el Ma Che Siete Venutti a Fà de Roma. Así que si uno de los mejores bares del mundo tenía alguna relación con esta cervecera alemana poco conocida debía ser por alguna razón…

Llegamos a Schesslitz-Strassgiech (o eso decía el GPS, porque ni el nombre ni la pinta de barrio periférico daban ninguna certeza de ello…) sobre las 19h tras la jornada maratoniana en Bamberg que relaté en el post anterior. Tras descargar los bártulos en una acogedora pensión muy cercana al local nos fuimos sin muchos rodeos a ver qué nos deparaba la cervecera de “las tres coronas”.


Fue cruzar la puerta principal y rápidamente supimos que no íbamos a vivir una jornada cualquiera. El local rebosaba calidez y encanto, con mucha madera en el suelo, las paredes, el techo y todo el mobiliario, bañado por una luz tenue proveniente de algunas velas en las mesas y algunas lámparas en el techo, y en cuanto a los parroquianos todo era gente mayor, alemanes auténticos y no como en otros sitios clásicos en los que los turistas abarrotan las mesas. De verdad, un sitio con un encanto especial y en el que podrías estar simplemente sentado sin hacer nada más que admirar la postal que desfila ante tus ojos.


Al poco de sentarnos vino Andreas, con quien había compartido un par de mails para evitar la más mínima posibilidad de encontrarnos las puertas del local cerradas. Ya entonces me pareció un tipo de pocas palabras aunque en el cara a cara coincidí con Rosana en que se trataba de ese tipo de gente que no necesita de palabras para hacerte sentir como en casa, de hecho tuvimos esa extraña sensación que ocurre con aquella gente que tienes la impresión de conocer de toda la vida con un primer encuentro, que transmite mucho afecto y muy buen rollo con una simple mirada y una sonrisa. Tras hablar con él y explicarle qué hacíamos en aquel pequeño pueblo nos dejó con su mujer, mucho más parlanchina y tratando de hacer lo imposible por explicarse en un inglés que no terminaba de dominar.

En cuanto a cervezas empezamos eligiendo la Zoigl y la Kellerbier. La Zoigl estaba alucinantemente fresca, con mucho lúpulo, floral, cítrico y herbal, que descansaba sobre una base muy cerealosa que a su vez compensaba un final seco y amargo. ¡Tremenda! En cuanto a la Kellerbier tenía poco cuerpo, era muy bebible y refrescante y tenía al cereal como principal protagonista aunque acompañado por un lúpulo suave, cítrico y herbal, y también una ligera acidez.


Tras terminar la primera ronda nos animamos con otra pero esta vez para acompañar la cena. En este punto he de reconocer que se me pasó apuntar lo que comimos y tras seis meses no consigo recordar mucho más que un pincho de cordero con una salsita muy rica y por otro algo parecido (si no era directamente eso) a un schnitzel… Aún así entre mi libreta he encontrado la frase “comida sublime” lo cual creo es suficientemente ilustrativo… ;).


Aunque las fotos dejan mucho que desear, son lo mejor que pude sacar…


Gozando entre excelente comida y cerveza, y en un ambiente, repito, inmejorable, fue terminarnos la comida y volvió Andreas pero esta vez con una sorpresita en forma de dos botellas entre las manos. La primera, Kultura Scura, elaborada para el citado Manuele de Ma Che Siete Venuti A fà en Roma, muy bebible pese a ser bastante maltosa, con caramelo, recuerdos a frutos secos, un punto ahumado ligerísimo y con un final lupulado. La segunda nos dejó sin palabras, una colaboración con De Molen, Närke y Jacobus, una doppelbock llamada Europa-Bier Elevator que bien podría pasar por una imperial stout por el color, el elevado amargor, las notas a café, torrefactos y chocolate, y un marcado toque herbal tan propio de algunas De Molen… ¡Magnífica!


Foto pésima, botella sin etiquetar…
Todo compensado por un contenido sublime…

En ese momento una pareja con ropa de ciclista se unió a la mesa al escuchar que no éramos alemanes. Nos contaron que ellos también eran tenían un blog y que venían desde Praga en bici y, casualidades de la vida, también conocían a Max (el filósofo). Entre pintas terminamos charlando de lo humano y lo divino hasta las tantas, y cuando llegó la hora de despedirnos nos soltaron que no tenían donde dormir pero que no les preocupaba, que alguna solución encontrarían… (según me dice el amigo Google Translate al traducir su post, un arroyo fue su cama…). En fin, sin palabras. Y así, con esta curiosa situación que un amigo de Madrid hubiera firmado con uno de sus famosos arqueamientos de cejas dimos por terminada una jornada que empezó en Bamberg (sí, aunque parezca increíble) y que finalizó en una taberna celestial hablando con unos checos ciclistas en plena madrugada. Lo que consigue la cerveza desde luego no lo hace nada más…

Y para cerrar el post lo lógico hubiera sido recomendar que no os perdierais este auténtico templo escondido en la Franconia más profunda ya que sin duda fue una de las mejores experiencias del viaje, pero cual fue mi sorpresa cuando buscando el enlace de Ratebeer para adjuntarlo en este post vi que lejos de aparecer entre los mejores destinos de Baviera lo que había hecho es cerrar, concretamente el pasado 4 de enero. Según parece por lo dicho en su Facebook el cierre del restaurante es temporal y mientras la cervecera continuará elaborando. Esperemos que vuelvan a abrir porque sin duda es uno de los mejores sitios en los que he tenido el placer de disfrutar de buena cerveza, buena comida y también buena compañía.

Viaje por Baviera (6): Bamberg.


Cada vez son menos las balas que me quedan en la recámara del viaje que disfrutamos el pasado verano por Alemania y la de hoy es sin duda una de la que más ganas tenía de disparar. Hablo de la crónica de nuestra visita a una de las ciudades más míticas del planeta cerveza como es Bamberg, mundialmente conocida por una de sus cerveceras, Schlenkerla, pero con una oferta mucho más amplia. Sin más dilación vamos con la ruta que nos marcamos a lo largo de un día.

No podía fallar la típica foto...

Salimos de buena mañana de Munich en coche y tras dejarlo en uno de los baratos y bien comunicados Park & Ride a las afueras de Bamberg nos fuimos escopetados hacia el centro y más concretamente hasta una parada muy, pero que muy clara. ¿Alguien intuye cual? Exacto, ni turisteo ni atracciones varias como callejear más allá de lo que íbamos viendo sobre la marcha ya que no queríamos que la estrella, la visita a la mítica Schlenkerla (o Brauerei Heller, que es como realmente se llama), se hiciera esperar.

Cerveza y arte juntos de la mano...

Así que podéis imaginar nuestro desconcierto al ver que recién cumplido el mediodía, el local, laberíntico como pocos que haya conocido con infinidad de rincones interiores y exteriores, estaba abarrotado, sin un solo sitio libre en el que poderse sentar. Así que muy a nuestro pesar y tras pensarlo muy mucho decidimos volver a salir y dejar la visita para más tarde, temiendo que el remedio fuera peor que la enfermedad.


La elección fue un brewpub situado tres casas más allá, el Ambräusianum, y así podíamos ver lo que se cocía en un local menos clásico al tiempo que hacíamos tiempo para volver a lo que verdaderamente nos interesaba.



Como se ve en la foto, el local tenía un aire bastante moderno, aunque sin que se echara en falta la típica calidez de los locales germanos, con mucha madera clara y las instalaciones del brewpub visibles a la entrada. Para beber nos pedimos la estacional Sommer (verano en alemán), muy turbia y cerealosa con una marcada acidez, bastante refrescante; y una Dunkel bastante carbonatada, un poco plana y en la cual destacaban unos agradables toques a toffee y caramelo pero que no escondían un final agrio no muy agradable. Una visita quizás prescindible por sus cervezas pero interesante para ir más allá del sota-caballo-rey que conforman los locales más conocidos de la ciudad.


Tras terminarnos las cervezas, he de reconocer que con bastante celeridad, volvimos de nuevo a Schlenkerla esta vez con un nudo en la garganta por si lejos de mejorar el panorama seguía igual. Pero fue plantarnos en medio de la puerta principal y como si un tsunami hubiera arrastrado la casi la totalidad del gentío que antes abarrotaba el local tanto de pie como sentados, ahora el panorama era completamente distinto, respirándose un silencio y una calma sobrecogedora visto lo anterior, lo cual nos hizo sospechar que incluso iban a cerrar a mediodía. Pero lejos de cumplirse esos cantos agoreros nos dieron paso a uno de los cálidos y acogedores comedores rebosantes de madera oscura en los que entramos dispuestos a disfrutar. Un sueño hecho realidad y solo de pensar en aquel momento se me eriza el vello...


Nada más sentarnos en la mesa nos atendió una camarera poco versada en inglés y sin mucha conversación a la que pedimos dos medias maß de Schlenkerla Kräusen, una cerveza de temporada servida por gravedad directamente de una barrica de madera y que solo está disponible durante los meses de verano. Mezcla de la cerveza aún verde con la madura, lo cierto es que este elixir tan ligero como refrescante, sin mucha carbonatación y con un suave toque ahumado, a un precio tan alucinante como 2,5€ por los 50cl… Sin duda nos encandiló.

Schlenkerla kräusen: un elixir de dioses...

Íbamos con retraso con respecto al planning previsto de antemano pero tras el susto inicial que hizo temer nuestra estancia en este local decidimos disfrutar del momento y por ello quedarnos a comer aquí. Pedimos las famosas bamberger zwiebeln, un plato tradicional de Franconia consistente en cebollas al horno rellenas de carne salseada con rauchbier, y por otro lado el tipiquísimo eisbeino codillo asado de cerdo (creo que fue el único de todo el viaje), acompañado de las famosas y en este caso muy ricas kloß (unas bolitas de patata rellenas). Para beber esta vez pedimos una ronda de su excelente Märzen, también maravillosa.


Schlenkerla Märzen.

Tras terminar el festín y con el cuerpo entonado y listo para continuar la visita, de repente empezó a caer uno de los típicos aguaceros veraniegos bávaros que dejó las calles completamente vacías. Había que encontrar refugio y la más cercana e interesante propuesta, próxima al puente más fotografiado de la ciudad (el de la primera foto del post), fue Klosterbräu, fundada en 1533 (se dice pronto…).


El local estaba completamente vacío cuando llegamos, cosa que la lluvia se encargó de solucionar en pocos minutos. Lo interiores en este caso eran más elegantes, con aspecto más de restaurante que de taberna como en el caso de Schlenkerla, pero otra vez con el encanto y calidez propia de cualquier local germano.

Para beber en este caso nos decantamos por su Schwärzla (suave, de trago fácil, torrefacta y con un ligero final metálico) y Braunbier (una especialidad de la casa, de aspecto ambarino, con recuerdos acaramelados, a pan y muy bebible).


Tampoco queríamos alargar mucho más la estancia ya que nos aguardaban bastantes locales más así que decidimos continuar con nuestra ruta. Eso sí, para quienes visitéis este local os recomiendo muy mucho el minúsculo pero muy cuidado biergarten con jardín en el que disfrutar de las cervezas si el tiempo lo permite.

La lluvia, lejos de amainar, ahora iba asociada a una terrible tormenta eléctrica impidiendo no solo disfrutar de la ciudad sino también movernos a cualquier sitio así que decidimos ir a Brauerei Spezialpara así refugiarnos y que de mojarse algo fueran nuestras entrañas. Una curiosidad sobre esta cervecera es que junto con Schlenkerla son las dos únicas de la ciudad que siguen elaborando el característico estilo rauchbier en su ciudad de origen, un tipo de cerveza con carácter ahumado debido al secado de la malta sobre madera de haya.


En cuanto al local era pequeño pero muy acogedor y con muchísimo encanto, sobrado de madera y con unas banquetas comunales en las que se mezclaban desde viejetes jugando a cartas mientras tomaban su pinta ahumada, el clásico turista que viaja solo, los ubicuos japos y sus Nikon… De verdad un ambiente envidiable.


Ya se lo que quiero ser de mayor...

Aquí tomamos la Ungespundete (una de las mayores sorpresas de todo el viaje, muy lupulada tanto en nariz como en boca con recuerdos leñosos y herbales de lúpulos nobles, muy ligera y tremendamente bebible) y la Rauchbier Lager (muy equilibrada, con un suave ahumado y nada cansino, también muy bebible). Enormes cervezas en un local imprescindible si visitas Bamberg, en mi opinión de hecho el mejor de la ciudad.


Justo enfrente de Spezial se encuentra la Brauerei Fässla, un local peculiar, con un beergarten interior menos acogedor que los de Spezial o Schlenkerla, con un personal bastante áspero con los extranjeros (algo, por otro lado, bastante habitual en la mayoría de locales de Bamberg). De hecho al preguntarle por las cervezas que tenían se hicieron los suecos y nos sirvieron lo primero que pillaron, cosa sorprendente conociendo la enorme variedad de esta cervecera. Incluso los parroquianos no parecían muy felices de vernos por allí, y concretamente un grupo se quedó mirándome con cara de bastante malas pulgas por estar haciendo unas fotos del local... Pero centrándonos en la cerveza, lo cierto es que su Lagerbier nos encandiló, con un toque suave a cereal, ligeramente lupulada y, cómo no, muy bebible gracias a una carbonatación muy bien integrada.


Eran casi las seis de la tarde y el cuerpo no estaba para muchos más trotes (pensad que no tomamos nada en cantidades inferiores a 50cl) así que muy a nuestro pesar, con varios locales más pendientes, entre ellos el Café Abseits (según parece, de lo mejor de la ciudad), nos planteamos dar por cerrada la jornada. Además aún nos esperaba una excursión a un lugar no muy lejos de Bamberg en la que a la postre disfrutaríamos de una de las mejores experiencias del viaje. Pero de esto último ya os hablaré en otra ocasión... ;).

Así que resumiendo, la conclusión extraída de Bamberg es que se trata de un auténtico vergel cervecero, de los mejores destinos a los que alguien que ama la cerveza puede viajar por sus numerosos locales, pero dejando la cerveza a un lado creo que aún siendo muy bonita creo que hay otros destinos infravalorados cuyo conjunto está como poco al mismo nivel, sin ir más lejos Nürnberg.

Precioso lüftlmalerei.

Está claro que el mal tiempo y el bullicioso turismo de la mañana que deslucieron en gran parte nuestra visita son fácilmente subsanables en ambos casos evitando viajar aquí durante el verano, pero otra de las razones de que no disfrutásemos tanto como esperábamos fue la falta de la calidez humana presente en otras partes de Baviera. Quizás la explicación sea la barrera idiomática ya que aquí pocos hablan inglés (o no quieren hablarlo), cosa que más hacia el sur es completamente impensable vayas donde vayas. O bien se deba a que como leí por alguna parte en Franconia son muy suyos, no se si me explico… Lo cierto es que siempre hay gente que se muestra predispuesta a ayudar pero en general la impresión fue de que la gente era mucho más reservada con los extranjeros y en varios locales nos encontramos un trato dejémoslo en poco agradable. Pero como siempre, se trata de una experiencia personal y no se pueden sacar conclusiones de una sola visita, así que si alguien viaja a este auténtico must cervecero ya nos contará…

Viaje por Baviera (5): excursión a Weltenburg


Hoy la protagonista del blog es ni más ni menos que la abadía de Weltenburg, un auténtico paraíso terrenal escondido cerca de Kelheim, al norte de la región de Hallertau, la también conocida como Hopfenland o cuna del lúpulo alemán.

 Imágenes tomadas de aquí y aquí.

Una hora de carretera fue suficiente para dejar Munich atrás y adentrarnos en Hopfeland, una visita que tenía pendiente repetir después que hace unos años estuviéramos por allí y no pudiésemos parar por ir en bus. Tras admirar bien de cerca los campos de lúpulos, con cierta pena ya que unas tormentas primaverales habían retrasado el crecimiento o directamente habían echado a perder gran parte de la producción, y tras las fotos pertinentes, proseguimos nuestro camino hasta Kelheim.

Otro "tick" en el listín de cosas
que hacer antes de morir...

Antes de llegar a la abadía, y como tampoco nos desplazaba mucho de nuestra ruta, paramos brevemente a admirar la peculiar torre de la cervecería Kuchlbauer, para continuar, ahora ya sin más demora, hasta nuestro ansiado destino.


Llegamos a la abadía de Weltenburg poco antes de las 10 de la mañana, hora más propia para disfrutar de cualquier cosa menos de un buen zumo de cebada, pero ya se sabe que estos viajes son para dar rienda suelta a ciertos excesos y si eran tan tentadores como las cervezas Weltenburg, pues bienvenidos sean…


El entorno era realmente alucinante, con el río Danubio formando un meandro en el extremo del cual se situaba la abadía, la fábrica y también un enorme biergarten pegado a una bonita playa fluvial.


Lo cierto es que de buenas a primeras me sorprendió bastante ver el "pitoste" que había allí montado. No es que me esperara encontrar monjes de clausura elaborando cerveza rodeados de un silencio sepulcral solo roto por el cantar de cuatro pajarillos y el sonido de los árboles balanceados por el viento, pero es que ver tanta sombrilla de color azul, con más de 10 camareras (sí, de aquellas estilo “tanque con falda” de Salzburgo) corriendo arriba y abajo sirviendo a hordas de sedientos parroquianos, pues tampoco se acercaba a la imagen previa que había idealizado. Lo bueno es que pese a la multitud, el ambiente se alejaba bastante del típico griterío que solemos “disfrutar” en muchos de nuestros bares y terrazas.

Una vez sentados en una de esas mesas de madera bien molonas en las que muchas veces compartes charla (y en ocasiones también comida) con desconocidos, nos hicimos nuestro rincón y nos dispusimos a disfrutar del almuerzo a nuestro aire. Y vaya si lo conseguimos…

Sabíamos que no podíamos abusar por la jornada que nos esperaba (ver al final) pero aún así nos pedimos un triplete formado Barock Dunkel, Hefeweisse y Asam Bock, las tres de barril.

Tanto la Barock como sobretodo la Asam
fueron de las mejores cervezas del viaje.

Para comer nos dejamos recomendar por Diego y nos pedimos el típico desayuno bávaro a base de salchichas blancas hervidas (en lugar de a la plancha o a la brasa) y servidas con agua tibia en un recipiente tipo cerámica, además de unos pretzel y evidentemente unas cervezas. También pedimos una especie de revuelto de queso cuyo nombre me dejé sin apuntar y que sin estar mal tampoco nos entusiasmó.


El festín matutino...


En pleno éxtasis y a pesar de lo que nos esperaba para el resto del día, no pudimos evitar pedirnos otra ronda esta vez monopolizada por la maravillosa Asam Bock. Aún eran las 11.30h, pero con los horarios europeos uno termina comiendo (y bebiendo) casi a cualquier hora…


Y un tanto exaltados por tan ricos elixires monásticos nos fuimos hacia el coche con la parada del día en mente, Regensburg, donde nos esperaba esa jornada maratoniana que os relaté en el anterior post del viaje. Un día realmente intenso y repleto de grandes momentos gracias especialmente a haberla podido disfrutar en compañía del buen amigo Diego. Sin duda os recomiendo muy mucho que si viajáis a Baviera no os perdáis la visita a esta abadía. Palabra que no os arrepentiréis.

Viaje por Baviera (4): excursión a Regensburg.


Tras la tregua “obligada” por diferentes eventos y aniversarios (San Lúpulo, Biercab, #MBC, Oktoberfest…), retomamos los post del viaje por Baviera con la crónica de nuestro paso por Regensburg, una ciudad con mucha magia, patrimonio de la humanidad por su bien conservado casco histórico, situada a los pies de la selva bávara y en el punto más septentrional por donde pasa el río Danubio.

Nos plantamos en la ciudad, junto con el amigo Diego, poco después de las 12.30 y tras parar previamente en Hopfenland y las cerveceras Kuchlbauer y Weltenburg. Las buenas cervezuelas previas y el ambiente vivido de camino en el coche (Queen es un seguro de vida siempre en carretera…) junto al tiempazo de escándalo que nos salió requerían de una buena cerveza para no perder el tono así que empezamos con la fábrica más antigua de la ciudad, la Spitalbrauerei, situada en una de las islas al norte del centro histórico y pegada al famoso puente de piedra que cruza el Danubio, obra que desgraciadamente estaba en restauración en ese momento*.


Puestos a elegir nos decantamos por el clásico triplete alemán: helles, dunkel y weizen, todas (cómo no) de medio litro y a un módico precio de 3€ la unidad. En cuanto al contenido, la helles y la weizen cumplieron justillas y sin muchas florituras pero la dunkel se desmarcó de sus hermanas con un punto más de sabor.

Tras admirar la panorámica desde el puente decidimos adentrarnos en el centro, parando primero a llenar el estómago para amortiguar tanto lo que llevábamos ya encima como lo que nos quedaba por delante…

Disfrutar de la panorámica que ofrece este puente construido
en el año 1135 es toda una experiencia.

Nuestra elección para comer (o más bien la del Lonely Planet) fue el Historische Würstküche, un must para disfrutar de salchichas a la brasa. Para beber nos lanzamos con otra ronda del triplete rubia/negra/trigueña de la Jacob Familienbrauerei, una cervecera situada a unos 25km al nordeste de Regensburg. En este caso la weizen estaba realmente muy rica, muy sabrosa y refrescante como toca para el estilo pero sin toques metálicos ni burbuja molesta como en la Spital. Una pena que la dunkel y la helles no estuvieran a su nivel.

Un buen festín.

Lo cierto es que ya sea por estar disfrutando de las sabrosas salchichas a la orilla del río Danubio como sencillamente por pura hambre, estas no tardaron en esfumarse del plato, tras lo cual continuamos nuestra particular ronda birrera paseando por el tranquilo centro para llegar a nuestra siguiente parada, la Kneitinger Brauerei.


El local era muy peculiar, como una especie de patio-galería cubierta de cristal y con mucha madera y piedra en las paredes y mobiliario. Lo mejor, disfrutar del ambientazo que daba un grupo de jóvenes bávaros, todos ellos ataviados con el típico pantalón de cuero marrón y camisa a cuadros, y comiéndose unos codillos de tamaño colosal por cabeza. Pero centrándonos en la cerveza, a ver si adivináis cuáles fueron los estilos de las elegidas… ¡Bingo! Otra vez helles y dunkel (esta vez se cayó la weizen por falta de espacio físico en nuestras entrañas…). En este caso la helles fue una muy grata sorpresa, con un punto herbal fresco y a limón, y una base suave de cereal, con una carbonatación muy justita. Para tomar a litros (aunque quizás ese día menos…).


Nuestra estancia por Regensburg iba tocando a su fin pero antes de dirigirnos a nuestro último local nos cruzamos con varios edificios preciosos, entre los cuales destacaría la abadía de Sankt Emmeram, cuyos interiores nos dejaron gratísimamente sorprendidos. Y es que no iba a ser todo cerveza…

Que no os engañen los exteriores de este edificio.
Lo mejor está a buen recaudo…

Como decía nos dirigimos a nuestro último local, la Furstliches Brauhaus, bastante apartado del resto y donde, cosas de la vida, estaba todo revuelto por la preparación de una boda que iba a celebrarse esa misma noche. Así que ni el servicio ni el disfrute de la última cerveza fue el esperado. Aún así y un poco a regañadientes la camarera se animó a servirnos dos medias maß de su dunkel y su helles (¿acaso os esperabais algún otro estilo?) aunque permitidme la licencia que tras tantas cervezas las conclusiones al respecto fueran un tanto nubladas… ;)

Las susodichas…

Y ya de camino al coche nos topamos el Getränkemarkt Frizzz, uno de esos hipermercados (en este caso muy pequeñito) únicamente de bebidas y en el cual no encontramos muchas rarezas pero si pudimos aprovisionarnos con algunas botellas para rellenar una bodega que, para ser sincero, más que menguar no paraba de aumentar peligrosamente…

Y con este getränke dimos por finalizada nuestra excursión a esta bonita y apacible ciudad. A los que tengáis pensado viajar hasta aquí os recomendaría que os tomaseis la visita con más tiempo para poder adentraros en la selva Bávara y visitar alguno de los bonitos pueblecitos de la ruta del vidrio que lindan con la frontera checa. En nuestro caso esto último se tuvo que quedar en el tintero ya que el cansancio después de una semana empezaba a hacer mella y todavía nos faltaba otra semana más de disfrute por tierras bávaras.

Junto al Danubio, Regensburg es fotogénica
como pocas ciudades bávaras
.


* Si visitáis tanto Baviera como el resto de Alemania en verano que no os sorprendan las obras, por lo visto uno de los hobbies veraniegos de los alemanes. Y si tenéis pensado moveros en coche como hicimos nosotros, armaros de paciencia (mucha, mucha, mucha…) porque os esperan horas de interminables atascos por las frecuentes obras de mantenimiento de sus estupendas, las cosas como sean, carreteras.